¿Interesado/a en trabajar conmigo y saltar el listón?
En las siguientes líneas te voy a contar la historia de una profesora de primaria a la que llamábamos "La Hitler". Si prestas atención, aprenderás algo que te puede venir muy muy bien de cara a enfrentar tu próxima charla o discurso. Y saltar el listón.
Pero antes déjame que te diga algo que deberías entender.
La mayoría de los oradores cree
que el miedo escénico es su principal problema
Craso error.
No es por el miedo escénico por lo que fracasan la mayoría de los oradores. El miedo escénico tiene algo bueno: el orador sabe que lo padece y por tanto que necesita ponerle solución.
Sin embargo, imagínate que tienes otro problema incluso mayor pero desconoces de su existencia. Ahí estás jodido. Mucho. Y yo diría que aproximadamente el 99% de los oradores están en esa situación.
¿Y cuál es el problema?
Que cuando hablan en público aburren. Aburren soberanamente a su público y no se dan cuenta. Problemón.
Es como tener el colesterol por las nubes. No te enteras si no te haces un análisis de sangre pero está ahí, sigiloso, y te está perjudicando.
¿Y por qué sucede esto?
Sencillo. Porque el que habla no piensa en su público, sino en él mismo. Es decir, antes de diseñar su discurso no estudia bien a su audiencia y por tanto no se dirige a ella.
Mira, hace algún tiempo leí algo que lo explica muy bien. Alguien formulaba la siguiente pregunta: si tuvieras que montar un negocio de hamburguesas, ¿cuál sería el factor más importante para conseguir ventas?
Respuestas varias: situarlo en una zona céntrica donde pasen jóvenes, poner precios asequibles, contratar a un chef especialista en hamburguesas, poner un gran letrero en la entrada...
Todo eso está muy bien, ayuda, pero no es determinante. Lo más importante para un negocio de hamburguesas es que haya personas hambrientas.
Puedes tener la mejor hamburguesa del país al mejor precio, en el sitio más céntrico de la ciudad pero… sin clientes hambrientos… no hay ventas. Cero.
Pues con la oratoria es lo mismo, tienes que pensar en tu audiencia y hablar de lo que les interesa, no de lo que te interesa a ti.
Porque hablar de lo que te interesa a ti es como tratar de vender la hamburguesa que más te gusta a ti, que no tiene por qué ser la preferida de tus clientes.
Un ejemplo.
— Buenas tardes, me llamo Daniel García, soy Ingeniero de Telecomunicaciones, tengo un máster en robótica industrial y he trabajado los últimos 10 años en el diseño de las redes de conexión de fibra óptica y 5G en Movistar.
ZZZzzz... Daniel, ¿qué tal así?:
— ¿Sabéis que gracias al 5G los móviles que os compréis a partir del año que viene os permitirán bajaros una película de Netflix en menos de 5 segundos para poder verla offline mientras voláis en avión?
Mi nombre es Daniel García y me dedico a hacer que eso sea posible.
Si algún súper coach / experto / especialista / ganador de varios campeonatos de oratoria y con muchos followers te dice que hay que ser educado y presentarse nada más empezar y bla, bla, bla... es decir, te sugiere la dulce, aburrida y súper educada versión 1, huye. Al menos eso haría yo.
Bueno, creo que se entiende.
Bien, dicho esto, seguro que recuerdas que al principio te hablaba de una profesora que tuve en primaria, lo que por entonces en España se llamaba la EGB.
La Hitler.
Bonito nombre.
Pues al llegar a 6º de EGB, con 12 años me tocó como profesora de Geografía e Historia la temida Hitler.
No era de raza aria, sino de tez oscura, muy oscura, pelo negro y corto, alta, gruesa, maquillaje potente... era como una gitana poderosa. La mujer acojonaba. Era... La Hitler.
Imagínate. Los últimos 2 años de mi vida había estado escuchando por los pasillos historias maléficas, tenebrosas, intimidantes de aquella mujer. Casi se podría decir que se comía a los niños que no estudiaban.
En fin, que estábamos todos cagados de miedo con su llegada. Aprobar iba a ser más difícil que conseguir cita en la Seguridad Social.
La profe era de aquellas que te mandaba estudiar la lección hoy y te la preguntaba al día siguiente. De la vieja escuela, vamos.
Ese día iba de mares, ríos y accidentes geográficos.
— ¡Esaú, a la pizarra!
— Coge la tiza y vete dibujando el contorno de España y me vas diciendo los accidentes geográficos. Cabos, deltas, golfos, mares que los bañan... en fin, todo.
La víspera me lo había preparado bien, así que dibujé el mapa de España y fui enumerando uno a uno y por su nombre todos los recovecos demográficos. Acabé, y con cara circunspecta me dijo:
— Siéntate.
Aunque el dibujo fue una especie de mapa-empanadilla así alargado, lo hice bastante bien y me sentí especialmente orgulloso de ello.
Seguramente La Hitler también, aunque no me lo dijo, porque ella estaba en su papel de canciller alemana.
Bien, pues de esta curiosa profesora se pueden aprender 2 cosas que nos pueden venir muy bien para la Oratoria.
La cosa nº 1, es que nuestra mente gestiona muy mal las situaciones desconocidas. Cuando nos falta información, en lugar de rellenar los huecos con estimaciones positivas, lo hace con negativas. Y ahí aparecen los miedos. Miedo a no saber, miedo escénico... Nos ponemos la venda antes que la herida.
Con La Hitler nos pasó eso. Oíamos rumores de que era muy exigente y todo se multiplicó x10. Dimos por sentado que aprobar sería casi imposible.
Pero La Hitler no era más que una profesora preocupada por sus alumnos, exigente con ellos y con ella misma, pero inmersa de un sistema educativo mediocre. Era una gota limpia en medio de un gran derrame de chapapote.
Escucharás a mucha gente, e incluso a ti mismo, decir que hablar bien en público es casi misión imposible, pero la realidad es que el 99% de las cosas las pueden aprender el 99% de las personas. Y la Oratoria no es una excepción.
La cosa nº 2, es que es muy bueno que haya listones altos. Ojo, no digo imposibles, digo altos, como los ponía La Hitler. ¿Por qué? Porque eso genera una selección natural, y puedes aprovecharte de ello.
Me explico.
Calculo que sólo el 1% de los oradores es capaz de hablar bien en público. Es un cálculo hecho así, a bote pronto, pero no andaré muy desencaminado.
Ahora podrás pensar que tú nunca estarás en ese pequeño grupo porque hablar bien en público es muy difícil, pero recuerda la cosa nº 1: no te pongas la venda antes de la herida. O llamo a La Hitler.
Te voy a decir una cosa, que no sé si es un secreto o no: ser un buen orador está al alcance del 99% de las personas. Prácticamente cualquiera puede hacerlo porque las técnicas son mucho más sencillas de lo que la gente se imagina.
Ya, ¿Y por qué casi nadie lo consigue?
La razón es muy sencilla: faltan ganas de querer saltar el listón.
Me refiero a querer de verdad (no de sillón y mando a distancia). Y Digo querer porque, en aplicación de la "cosa nº 1" que aprendí con la Hitler, con la oratoria casi todo el mundo se pone la venta antes de la herida. Y por eso ni llegan a intentarlo.
Así que para saltar ese listón sólo tienes que echarle ganas y evitar ponerte en modo "venda antes de la herida".
Como te he contado, yo estudié la lección para estar preparado para cuando la Hitler me llamara a escena. Y funcionó. El listón lo superé sin problema porque el toro no era tan bravo como lo pintaban.
Así que todo es cuestión de ganas, no de genes. Las ganas te sirven para dos cosas: saltar ese listón que sólo fue alto en tu cabeza y formar parte de ese exclusivo 1%.
Y formar parte de un pequeño y exclusivo grupo te puede traer más contactos, éxitos profesionales, negocios y dinero. Mucho dinero.
Bien, pues si le vas a poner ganas y te vas a esforzar, déjame ver si encajas con el perfil de profesionales con los que me gusta trabajar.
Hacerlo conmigo implica aceptar algunas cosas buenas y otras malas, pero ninguna regular. Todo es malo o bueno. Y sencillo.
Tengo muchas y muy malas noticias.
Trabajar conmigo implica
Que tengas las cosas claras y que creas en lo que vendes. Esto es muy importante para mí, porque van a ser los cimientos de nuestra relación.
Que no te importe salir de la rutina y arriesgarte a hacer las cosas de otra manera. Es decir, olvidarte de cómo hacen las cosas el 99% de los oradores. Esto va de desaprender y aprender.
Deberás dedicarte y dedicarme tiempo. No vale con que nos juntemos a toda prisa una tarde durante 20 minutos y pretendas que de ahí vayamos a crear una obra de arte. Necesito tu implicación, la mía la tendrás seguro. Si me haces perder el tiempo, al margen de que no te devolveré el dinero, no seguiré adelante con el servicio, así que te quedarás sin dinero y sin servicio. Sólo se vive una vez, no voy a desperdiciar mi tiempo aunque me pagues por hacerlo.
Harás caso de mis consejos. Tú eres bueno en lo tuyo y yo en lo mío, así que es justo que nos respetemos. Te justificaré sobradamente todo aquello que no entiendas y te convenceré de las bondades de hacerlo de esa manera. Acepto ciertos retoques, claro, soy flexible mientras tenga sentido lo que me dices pero, si te digo que hacer tal cosa es un gran error, tendrás que hacerme caso. Mi prestigio también depende de tus resultados, que son también los míos. Así que debes respetar mi criterio y confiar en mí.
Debes saber que si me vas a contratar, mis servicios no son baratos (aunque el concepto caro o barato es muy relativo). Quiero decir, que no van a ser 300-400 euros por un trabajo profesional de alto nivel que nos llevará unos cuantos días. El precio estará lejos de esto. Si consigues algún consultor de Oratoria que ronde esos honorarios, buena suerte. Si decido trabajar contigo deberás pagar el 100% por adelantado. Abonas el 100% y empezamos a trabajar, no al revés. Sin excepciones.
Las condiciones que te acabo de exponer no son negociables. Se aceptan al 100% o se rechazan al 100%. Si tienes dudas, es mejor para los dos que no contrates mis servicios.
Si aún estás interesado/a en trabajar conmigo, te dejo un formulario para que me hables de ti y pueda ver si encajamos y puedo trabajar contigo. Si veo que no respondes a todas las preguntas o lo haces de forma vaga, entiendo que no estás demasiado interesado en mis servicios, así que yo tampoco perderé mi tiempo en responderte. Si me escribes con interés, te responderé con las mismas ganas, prometido.
Aunque también tengo algunas,
pero pocas buenas noticias
Si pasas el filtro anterior y todo va bien, debes saber que, en contra de lo que pudiera parecer en los párrafos anteriores, soy una persona amable y asequible. Te trataré (muy) bien, porque ya serás mi cliente. Tendré paciencia contigo y seré comprensivo, porque sé que mejorar tu forma de hablar en público lleva su tiempo y hay mucho de prueba y error. Así que tranquilo/a, no muerdo.
Tendrás una Consultoría de alto nivel. Soy bastante exigente en mi trabajo, así que el servicio que te entregaré también lo va a ser, eso te lo garantizo. Te voy a enseñar cosas que te sorprenderán y que no verás en ningún otro sitio. Algunas serán contrarias a lo que aconsejan muchos "gurús" de la oratoria, y te explicaré el porqué. No vamos a diseñar un discurso azucarado, enlatado, políticamente correcto, estándar y aburrido. Vamos a huir de todo eso, nos dedicaremos a conectar, entretener, impactar y persuadir, de forma amena y siempre poniéndonos en la mente del que escucha.
A pesar de que me gusta tener ciertas cuestiones muy claras, soy más flexible de lo que parece. Me adapto bien y rápido al cliente porque, de la misma forma que los trajes que mejor quedan son los hechos a medida por sastres de gran reputación, cada discurso o charla debe adaptarse a cada orador y a su público. Eso ayudará a que todo fluya mucho mejor para ti, y por tanto también para mí.
Es importante que entiendas que no basta con ser bueno en lo tuyo, tienes que tener un mensaje potente para poder vender y venderte. Seguro que conoces a algún mediocre que se vende muy bien y le va de lujo en la vida y en los negocios. No se trata de que te conviertas en un charlatán, pero aprender a comunicar bien en público te va a traer mejores relaciones sociales, más contactos, mayor proyección profesional y por tanto más dinero. Tu esfuerzo tendrá su recompensa.
Bien, dicho todo lo anterior, si aún tienes intención de querer trabajar conmigo, debes rellenar un formulario.
Si muestras interés real, te contestaré tanto si creo que podemos trabajar juntos como si no.