La fuerza de tu mirada

Dicen que la mirada es el espejo del alma, y no les falta razón. La mirada construye una conexión directa, potente y muy eficaz entre orador y oyente.
Pero, como cualquier arma de la comunicación, su mal uso (o su no uso) puede perjudicarnos.
Grábate esto a fuego:
A quien no miras no escucha.
La frase sólo quiere decir una cosa: para ganar la atención de tu público, has de mirar a tu oyente. O, mejor dicho, que todos y cada uno de tus oyentes tienen que sentir que les estás hablando de tú a tú. El matiz es importante.
- ¿Y cómo consigo esto?
Pues mirando periódicamente a todos y cada uno de tus oyentes.
- ¡¡¡Pero si son muchos, eso es imposible!!!
Bien, tienes razón, pero vamos a ver una forma muy sencilla de que cada uno de ellos sienta que le estás hablando en exclusiva.
En primer lugar tienes que tener en cuenta que durante todo tu discurso tienes que estar mirando a alguna parte de tu público. Evita distracciones como mirar a los lados o hacia arriba o abajo. O perderás lo más preciado de tu público: su atención.
Ahora vamos a ver cómo, de forma natural, vas a cubrir con tu mirada a todo tu público.
Si imaginamos que el conjunto de tus oyentes está dispuesto en forma de cuadrado (también vale un rectángulo), utilizaremos la técnica de la W para abarcar todo el espacio.
Superpone imaginariamente una gran W sobre tu público, de tal forma que lo cubra por completo.
Pues bien, ahora fíjate en un extremo de esa W (da igual cuál). Coloca tu mirada en ese punto y dibuja con ella la citada letra hasta que acabes en el otro extremo.
El movimiento de tu mirada tiene que ser suave y paulatino, de tal forma que parezca natural.
Si lo has hecho bien, habrás conseguido mirar a los ojos a la inmensa mayoría del público.
Además, de vez en cuando puedes pararte en alguno de tus oyentes, pero sólo durante 2-3 segundos, de lo contrario conseguirás intimidarle.
Repite la técnica de la W continuamente a lo largo de tu intervención. La puedes invertir haciendo una M.