Ayer domingo me pasé por uno de los centros comerciales de mi ciudad.
Quería tomar un helado de una marca que me gusta, y era el único sitio donde la vendían. Aparqué mi bicicleta y me adentré en el recinto.
Aquí sólo abren los centros comerciales los domingos para dos cosas: el cine y los restaurantes. Aún no entiendo porqué pero un domingo no puedes gastar tu dinero en ropa o alimentación, o comprarte un taladro de última generación con 6 velocidades.
El caso es que me di un paseo por los pocos locales abiertos, simplemente para curiosear. Ya sabes, para ver "qué se cuece".
Me sorprendió bastante encontrarme el centro comercial con tan poca gente. Apenas un puñado de personas comiendo y otro caminando en varias direcciones.
La última vez que fui -antes de la pandemia- estaba repleto de gente, y ahora no vi a más de 30 personas.
30 son pocas personas en un centro comercial.
Sólo 30.
El silencio era casi total, cuando lo habitual es escuchar un gran bullicio de gente sentada comiendo o de camino al cine. Porque los españoles hablamos en voz alta. Sin gritar, pero en voz alta.
Así que todo era silencio.
Mucho silencio.
Silencio...
Gente con aspecto resignado, caminando sin mediar palabra y como si no fueran a ningún sitio.
Parecía una película de zombis.
"Walking dead" en estado puro.
Todo eso me resultó muy extraño y me hizo reflexionar sobre la situación en la que nos está tocando vivir.
Menos extraño y mucho más habitual es ver una charla en la que muchos de los oyentes simulan que atienden con cara de "zombis de centro comercial durante una pandemia".
Sí, gente que parece que escucha pero no, desconectaron minutos atrás y dirigen la cabeza y su perdida mirada hacia el orador, como zombis que pretenden hacer ver que están vivos.
Los oyentes están vivos, sí, pero su mente está en otras cosas, mucho más interesantes para ellos.
Y hay pocas situaciones más frustrantes para un orador. Porque están viendo que todo su esfuerzo y tiempo en preparar su intervención pública no está sirviendo para nada.
(Casi) nadie les escucha.
Para que no te vuelvas a sentir como un orador con zombis escuchándote, tengo un curso el que te enseño cómo conectar con ellos (con las personas, no con los zombis), y mantener su atención viva durante todo el tiempo que dure tu intervención.
Y hablo de muchas otras cosas para que tus oyentes salgan de ahí con ganas de volver a escucharte.
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Esaú Martín.
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