¿Debo leer mi discurso?
En el día a día de nuestra vida cotidiana hablamos sin guiones preestablecidos. Simplemente pensamos un momento y decimos aquellos que deseamos, pero sin que esté escrito en ningún lado, obviamente.
Es la forma natural de comunicarnos.
Sin embargo, habrás visto docenas o cientos de películas protagonizadas por mejores o peores actores.
Cada uno de ellos está interpretando un papel, un guión previamente escrito.
Pero... ¿qué es interpretar un guión?
Pues básicamente pronunciarlo de forma que parezca improvisado y natural, es decir, que simule una situación de la vida real.
Lo que diferencia a los buenos de los malos actores es la capacidad de “sonar” creíbles, de conseguir que nos metamos en su papel de tal forma que sintamos que lo que está pasando es real, que no hay guiones.
Dicho de una manera más coloquial, los actores "hackean" temporalmente nuestro cerebro para hacernos pensar que lo que estamos presenciando en la pantalla está pasando en la realidad. Es es la magia del cine.
Y es algo mágico porque se asemeja a nuestra forma de comunicar.
A estas alturas ya te habrás hecho una idea de la respuesta a la pregunta de si debes leer tu discurso: no, no lo debes hacer.
Un discurso es tanto más creíble cuanto más se parece a las conversaciones que tenemos en nuestra vida diaria.
No digo que tengas que hablar en público exactamente de la misma forma y expresiones con las que te diriges a tus amigos, pero sí que tiene que haber ciertas semejanzas.
Por ejemplo en cuanto a la naturalidad, cercanía y empatía que usas en tu entorno más cercano. La mirada, el cambio de ritmo, la velocidad, el tono, tu lenguaje corporal, son elementos que usamos continuamente casi sin darnos cuenta y que debemos reproducir también a la hora de hablar en público.
- Bien, y si no he de leer mi discurso, ¿qué hago?
Lo ideal sería que alguien te tocará con una varita mágica y te convirtiera en una especie de Sean Connery o Susan Sarandon y fueras capaz de memorizar tu discurso e interpretarlo como si fuera improvisado.
Como eso no es posible, vamos a por la segunda opción.
- Te vas a tener que convertir en una especie de presentador de TV.
Esto ya es más fácil ¿no? Por partes.
Como podrás imaginar, los presentadores de TV también llevan un guión, como los actores. Pero no es un texto escrito de lo que tienen que decir exactamente, sino un esquema de cómo ir presentando el programa:
- Saludar a la audiencia
- Soltar el chiste sobre…
- Presentar a los invitados
- Recordar al público que pueden votar por las redes sociales
- Presentar la primera historia del primer invitado
- Dar paso al invitado
- Publicidad
- Etc…
Pues tú has de hacer lo mismo para el día de tu puesta en escena.
Ojo… estoy hablando de tu puesta en escena.
Porque antes habrás tenido que escribir tu discurso completo en un papel y lo habrás ensayado.
Pero… para el día D no lo llevarás escrito entero. Te fabricarás un guión para no perderte y… lo tendrás que interpretar.
Leer es lo cómodo, lo fácil, lo habitual, el atajo más corto... pero también lo que puede echar por tierra un gran discurso.
No cometas el "pecado" de la lectura o sonarás artificial, parecerás un robot de los malos...
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