Seguro que alguna vez te ha pasado esto que te voy a contar. Estás ahí arriba en el atril o subido al escenario y, nada más empezar a hablar a tu público, el pánico se apodera de ti. Empiezas a sudar, te entran los calores, se te acelera el corazón, te tiembla la voz, la boca se te seca y nadie -tampoco tú- se ha preocupado de acercarte un botellín de agua con el que poder aliviar tu sed y, de paso, tus nervios. Todo parece que se vuelve en tu contra, cuando de repente...
Te acuerdas de haber leído algo en internet sobre un truco para superar el miedo escénico: “Si el miedo escénico se apodera de ti, reconoce abiertamente que estás nervioso. Eso te aliviará”.
De perdidos al río, piensas. ¿Qué puede ir peor? Si alguien que se autoproclama experto en la materia ha escrito algo así en un blog, será por algo. Y tampoco parece mala idea reconocerlo. Al fin y al cabo, la naturalidad y la sinceridad son dos principios muy recomendables a la hora de hablar en público.
Entonces, ni corto ni perezoso, lo sueltas directamente… “Esto…, perdonadme, es que estoy muy nervioso, no suelo hablar mucho en público, dadme un momento que se me pasa enseguida”. Al momento, notas un cambio de actitud en tus oyentes: su lenguaje corporal empieza a hablar por ellos. Los que estaban casi recostados en sus sillas se acomodan y se ponen rectos, los que andaban jugando con el móvil lo dejan en la mesa y levantan la cabeza, los que estaban tomando notas paran de hacerlo, y todos ellos clavan su mirada en… ti.
Llegados a esta altura, puedes pensar… bueno, no está mal, además de aliviarme, he conseguido captar la atención del público. Y crees que acabas de matar dos pájaros de un tiro.
Pues no. Es muy posible que informar a tu público de tu estado nervioso te haga sentir mejor durante unos segundos, pero haber mostrado públicamente tu punto débil (el miedo escénico) ha hecho atraer todas las (malas) miradas de tus oyentes hacia ti. A partir de ahora, prestarán menos atención a lo que dices y más a detectar qué parte de tu cuerpo deja escapar un atisbo de nervios. Es decir:
No es cuestión de ocultar, ni de mentir, yo nunca te aconsejaría algo así. Simplemente se trata de no mostrar tus puntos débiles y evitar que tu discurso se venga abajo por tomar una mala decisión. Si no muestras tu lado más vulnerable en una entrevista de trabajo, cuando compites en un evento deportivo o cuando te acercas a ligar con alguien, no hay razón por la que tengas que hacerlo en las circunstancias que nos ocupan.
La mayoría de las veces, la gente percibe mucho menos que tú los nervios que llevas dentro, y en ocasiones ni siquiera se dan cuenta de ello. De primeras, todo el mundo supone que tienes confianza en ti mismo y que eres un buen orador, por algo eres tú el que está ahí arriba y no otro.
El 99% de las personas hemos padecido de miedo escénico alguna vez. Gestionarlo no es tan difícil como se piensa, basta con poner en práctica unas sencillas técnicas.
El alta es gratis, la baja también.
* Escribo a diario historias sobre cómo destacar al comunicar en público. Además, intentaré venderte productos de alto valor para mejorar tu oratoria y que disfrutes hablando. Si esto es un problema para ti o crees que puedes ser el próximo Obama en dos tardes, por favor no te suscribas.
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