Hoy vengo a hablarte de focos, de precisión, de empatía y de fallos.
Hace un par de días te hablaba de la primera cosa que aprendí en mis 21 años en política: la cocina o preparación que hay en todos y cada uno de las declaraciones públicas de los políticos.
Nada se deja al azar.
El azar es mal compañero de viaje del político.
La preparación del relato coherente, el mejor.
Bien, pues hoy vamos con la segunda cosa importante que aprendí: el enfoque del mensaje.
Te explico cómo funciona.
Básicamente tienes 3 grupos de votantes: público frío, caliente y templado.
El público frío es el que nunca o casi nunca te va a votar, aunque les prometas el oro y el moro.
El templado es el que está dudando si votarte, votar al contrario, o irse a la abstención.
El caliente es el que te votará siempre, aunque le digas que le vas a subir los impuestos.
Bien, dicho esto y dado que los recursos de campaña son limitados, es buena idea centrar la mayor parte de ellos en uno de los grupos. ¿En cuál?
Te lo he puesto bastante fácil: en el templado.
La razón es muy sencilla:
El caliente ya lo tienes.
El frío lo tienes muy difícil o casi imposible.
El templado es el que más fácil puede cambiar de opinión. Es el que estabas buscando.
Bien, pues acabas de dar un paso para enfocar tu mensaje: conocer a tu audiencia (hay otros, como conocer sus problemas y diseñar el mensaje hacia sus soluciones, pero por ahora nos vale).
Bueno, pues así funciona en política.
¿Y fuera de ella?
Pues no es muy diferente. Tenemos un público al que nos vamos a dirigir y tenemos que pensar en él, en sus problemas, en porqué ha acudido a escucharte y en cómo les podemos ayudar. Empatía pura.
En definitiva, en enfocar nuestro mensaje con la misma precisión que un cirujano que opera a corazón abierto.
Lo curioso es que la mayoría de los discursos fallan por falta de un correcto enfoque. Falta precisión en el mensaje. Por eso la mayoría de los discursos aburren al público.
Porque el orador ha pensado más en él que en el público al que se va a dirigir.
El principal problema del orador no es el miedo escénico, olvídate, eso es algo que se supera. Pero lo que muchos no logran superar es su falta de empatía. Sencillamente aburren hasta a su madre.
Un discurso mal enfocado es como dar voces en el desierto. No te esfuerces, no conseguirás nada.
Bien, hay que enfocar, eso está claro.
Ahora bien, si además de aprender a enfocar quieres aprender el resto de técnicas que harán que tu forma de comunicar impacte en tu audiencia de tal forma que quieran escucharte más... para eso, tengo un curso.
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Pasa un gran día.
Esaú Martín.
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