Este fin de semana pasado salí a pasear con mi padre y nos sentamos en uno de los muros del pueblo. Hacía un sol generoso, así que nos quedamos un buen rato haciendo él de jubilado y yo las prácticas para cuando lo sea.
Al poco se sentó un hombre cerca de nosotros, manteniendo -eso sí- la rigurosa distancia social que exige el momento.
Un señor de unos 75 años que estaba exactamente a lo mismo que nosotros: a tomar el sol tranquilamente, es decir, a no hacer nada especial.
Al poco, aburrido, se puso a contarme una historia. Bueno, varias, pero una de ellas me llamó la atención.
Había estado al borde de la muerte 13 veces.
13 ocasiones.
13.
Ya de por sí el número llama la atención.
El caso es que el buen hombre tiene una enfermedad congénita y, desde los 16 años, cada cierto tiempo se le para el corazón. No son ataques cardiovasculares, sino que se queda dormido y es como si le quitas la pila a un coche teledirigido: se para, deja de funcionar.
Desde hace ya un tiempo tiene un chip en el cuerpo que cuando se le para el corazón avisa al servicio de emergencias y aparece en menos de 30 minutos un helicóptero y se lo lleva al hospital a reanimarle.
Yo ya me estaba imaginando el helicóptero aterrizando en medio del pueblo en plan Navy Seals. Pero la cosa es seria, desde luego.
El hombre me contó más historias (algunas de esas que tienes que estar muy atento porque te deja partes inconexas que es casi imposible de unir), pero la del helicóptero me llamó la atención por lo curiosa que es.
Decía Terence Winter, guionista de "El lobo de Wall Street", "Los Soprano" o "Boardwalk Empires", en una entrevista lo siguiente:
“Puedes tener la historia más interesante del mundo, que si la presentas de una forma que no atrape y entretenga al espectador, no funcionará. En la sala de guionistas de Los Soprano, teníamos un cartel que decía 'Sé entretenido'. Ese es exactamente nuestro trabajo”.
Y vaya si tenía razón.
La forma más efectiva de conectar con tu audiencia cuando hablas en público es contando historias. Pero no cualquiera ni de cualquier forma. Has de tener un método para hacerlo.
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Esaú Martín.
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