La semana pasada completé el Camino de Santiago. 161 km a pie. Casi ná, para alguien que no está acostumbrado a andar distancias tan largas.
La verdad es que fue todo un reto.
Tramos para arriba, para abajo, piedras, barro, lluvia, dolores de rodilla... En fin, que la cosa no fue un camino de rosas, para que nos vamos a engañar.
Lo mejor: la gente que conoces en el Camino y llegar a Santiago junto a tus nuevos amigos. Eso no tiene precio.
Cuando llegas al final de la meta, los malos momentos pasan a un segundo plano, ya no duelen tanto.
Lo que más me sorprendió fue un pequeño pero importante detalle: era imposible perderse.
Cada 100-200 metros tenías una flecha amarilla que te iba guiando por el Camino. No necesitabas mapa, bastaban un par de ojos para saber qué camino tomar.
Esa es un poco la filosofía que yo trato de imprimir en mis formaciones: guiar.
Decirle a mis clientes por dónde deben caminar, cuál es el siguiente paso, qué opción elegir cuando te enfrentas a un cruce de caminos.
Que no se pierdan.
Mejorar tu forma de comunicar no es difícil, pero tampoco es una tarea de dos tardes. Tal y como sucede en el Camino de Santiago, tendrás que esforzarte -como en cualquier otra disciplina- pero el premio merece -y mucho- la pena.
Si necesitas ayuda para diseñar y poner en escena tu próxima charla o discurso, yo te puedo guiar.
Basta con que te suscribas y me escribas un email.
¡Buen Camino!
Esaú.
El alta es gratis, la baja también.
* Escribo a diario historias sobre cómo destacar al comunicar en público. Además, te ofreceré productos de pago de alto valor para mejorar tu oratoria y que disfrutes hablando. Si esto es un problema para ti o crees que puedes ser el próximo Obama en dos tardes, por favor no te suscribas.
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