Winston Churchill es uno de los personajes históricos más curiosos que conozco.
Como sabes, fue primer ministro de Reino Unido y un destacado e ingenioso orador. Un tipo diferente. Rápido de reflejos, incisivo, ocurrente... ya sabes, de esos oradores que ya no quedan.
El caso es que estoy enganchado a la serie "The Crown", que va sobre la vida y obra de la reina británica Isabel II, cosa que a ti ni te va ni te viene, y lo entiendo (me refiero a lo de que yo esté enganchado, porque que te interese la historia de la fallecida reina me parece de lo más normal).
Bien, pues al principio del reinado el primer ministro Winston Churcill entra al Palacio de Buckingham a la primera audiencia con la nueva reina. Acababa de ser coronada y la joven Isabel aún no dominaba muy bien el protocolo.
La novata reina extiende su brazo y el veterano político le besa la mano. Hasta aquí todo normal. Acto seguido Isabel se sienta y le pide al primer ministro que haga lo propio, a lo que éste responde:
- Churchill: "Nooo, por favor, nooo... No me puedo sentar".
- Isabel II: [cara de... ¿qué me estás contando?]
- Churchill: "Señora, es una costumbre que viene desde su tartara tartara abuela, ella nunca dejaba que el primer ministro se sentara, porque así se garantizaba que las audiencias no se prolongaran innecesariamente".
- Isabel II: [cara de... tomo nota]
Bien, me parece una forma muy inteligente de abreviar, de ir al grano, de no aburrir al prójimo y de ahorrar tiempo. Bravo por Churchill por mantener esa tradición.
¿Qué podemos aprender del gran político inglés? Que hemos que sintentizar al máximo nuestra charla o discurso. Debemos entregar al público sólo el mensaje justo y necesario, la esencia de lo que queremos decir.
¿Y durante cuánto tiempo deberemos hablar? Esa es una muy buena pregunta, porque alargarte demasiado puede echar por tierra toda tu intervención.
La respuesta a esa pregunta y otras cosas las explico en mi curso de Oratoria. Soy tan original que lo he llamado "Curso de Oratoria", para que no haya confusiones.
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