A Margaret Thatcher, lo del apodo "La Dama de Hierro" se lo pusieron los rusos.
En concreto un periodista militar soviético en un diario llamado "Estrella Roja", en 1.976.
Curioso, muy curioso.
Pues a la Dama le pareció tan gracioso, ocurrente o vaya a saber usted qué, que le dio el visto bueno en una rueda de prensa.
- "Aquí está la Dama de Hierro".
dijo la Dama de Hierro, y con eso quedó bautizada como tal.
Ya con el sacramento bautismal resuelto, la sra. Tatcher tenía un problema.
Su voz.
La voz de la primera ministra era un tanto... aguda, digamos. No llegaba a ser una voz de pito, pero se le aproximaba algo.
Y eso le suponía un problema cuando hablaba, porque era algo molesto y -lo que es más importante- hacía ver a la Dama como alguien que estaba contínuamente regañando.
Y un político que regaña no gusta al pueblo. La gente que regaña una y otra vez, tampoco.
Así que la Dama de Hierro, y seguramente sus asesores, se dieron cuenta del detalle y se pusieron manos a la obra.
¿Y qué hicieron? Cambiar el tono.
Cambiaron el tono, eso fue todo.
¿Cómo?
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Bueno, (casi) el único que lo hace.
Y lo borda, porque este hombre cosa que toca cosa que borda.
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