El culebrón de Rociito no para, seguimos con las entregas.
Ahora dice que se quiso suicidar.
Puede ser, no lo niego.
Quién sabe.
Polémicas aparte, hace unos días estaba reflexionando sobre todo este show televisivo en el que estamos inmersos mientras la pandemia sigue acabando con la vida de tantas personas.
Ya sabes, niña hija de folclórica famosa que cumple su mayoría de edad.
Se enamora de abrazafarolas de profesión Guardia Civil que se dedica a quedarse el dinero de las multas.
Boda con su correspondiente exclusiva.
Divorcio porque tres son multitud. Con su correspondiente exclusiva.
Ex-marido que vive de criticar a ex-mujer durante años y años y años...
Ex-mujer y resto de familia famosa que mantiene silencio durante todo este tiempo de toma y daca, ataque tras ataque, con su correspondiente exclusiva tras exclusiva por parte del despechado y aprovechado ex-marido.
Y por último, exclusiva a cargo de ex-mujer que dice estar harta de tanta mentira remunerada.
Hasta aquí todo claro.
Pues bien, a mí todo esto me da mucho que pensar.
La pregunta sería la siguiente: ¿Cómo es posible que toda una familia adinerada y famosa como la de Rociito se dejase comer la tostada por un abrazafarolas que actuaba en solitario?
A ver, que a mí el tema me da absolutamente igual, pero me viene al pelo para lo siguiente.
En comunicación hay muchos ángulos y puntos de vista sobre cualquier tema que se ponga encima de la mesa. Hay muchos matices, grises, rojos, blancos y amarillos.
Depende a quien preguntes te puede contar una cosa o la contraria.
Sabido esto, me pregunto cómo pudo la familia de Rociito y la propia protagonista dejar el camino libre para que su ex diera su versión de los hechos sin que existiera una contrarréplica.
Increíblemente increíble.
Imagina una batalla medieval en la que uno de los bandos se está preparando para la invasión del otro y éste, en lugar de preparar la defensa, le da por montar una fiesta como las de la Edad Media (ya sabes, con todo incluido).
Pues le espera la invasión del contrario, la ocupación del terreno y la práctica desaparición.
Mire por donde lo mires, no tiene ningún sentido.
Ningún sentido.
Ninguno.
En comunicación, si te enfrentas a un adversario, como por ejemplo en unas elecciones (o frente a la competencia en el terreno de los negocios), tienes que plantar batalla, tienes que dar tu punto de vista, tu versión de las cosas.
Si no lo haces, prepárate porque tu competencia, tu oponente, tu rival, ocupará todo el terreno de juego que le dejes libre.
Es así, no hay más.
Por eso me extraña, volviendo a Rociito, que ella y su todopoderosa familia se hayan inhibido en la batalla por la versión oficial.
Me parece un error garrafal, de libro. Raro, raro, raro...
Ella dice que no habló porque el abrazafarolas le tenía aterrorizada.
Ni que fuese Rambo en la Guerra del Vietman...
Sea por la razón que sea, el caso es que su ex le ganó la batalla de la opinión pública durante todo este tiempo. Le comió la tostada, le dejó sin mermelada, sin café y sin bollería. Y encima tuvo que pagar la cuenta. Un plan.
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